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Wednesday, September 21, 2011

La magnífica Tabla Redonda


En la vida se hace necesario entender que hay cosas  que simplemente huyen de nuestro control. No es posible decir a los cielos que paren de llover, o al río que deje de correr para que nuestros ojos se maravillen de la calmaría sobre la superficie de sus aguas.
Son cosas contra las cuales es inútil luchar y ,dentro de este contexto, un ejemplo que me viene claramente a la mente es El Tiempo. Ese personaje de la vida real que viene y va de acuerdo con su propia determinación y  actúa, conforme su voluntad , a modo de amigo o enemigo, tantas veces.
Irrefrenable, implacable, el tiempo pasa, y “quien dará cuenta de él?”


Se cambian las ropas, las distintas modas se renuevan, las estaciones se repiten, personas aparecen y desaparecen sobre la faz de la Tierra, pero el tiempo hace nuevas todas las cosas, al paso que también las envejece en el transcurso de su pasaje infinito, porque él es quien se extiende rumbo al infinito, finitos somos nosotros, finitas son las cosas; gran paradojo de la vida.
Pero mientras pasa el gran anciano, el señor tiempo, va dejando sus huellas, sus impresiones en nosotros, los que maduramos con él. Y nos es imposible no aprender diferentes cosas a cada dia. Porque cada minuto transcurrido, cargando su significación simbolica, influye en transformarnos en los hombres y mujeres que hoy somos y en quienes un día llegaremos a ser.
Es así que se hace necesario valorar el ahora, y los pequeños cambios, por inexpresivos que parezcan. Conscientes de que el Todo está también en la menor de las partes.No perdiendo de vista, obviamente, que “No sabemos quiénes somos, si ignorarmos quienes vamos a ser”, si ignoramos que todo y todos están bajo el efecto de la misma variable, el tiempo, y si olvidamos que todo lo que hoy es, ya un día fue y, seguramente, volverá a ser.

Bueno, más allá de cualquier resistencia psicológica, ayer cumplí 25 años y, aprovechando la ocasión, me tomé el tiempo para pensar en mis deseos de cumpleañera en el decurso de los años:
Cuando niña deseaba ardientemente los regalos, aunque casi nunca llegué a tener lo que quería. Pasa que para esa época de mi vida las sorpresas ya hacían gran parte de mi felicidad y con solo insinuar lo que deseaba, en mi mente voluntariosa, se dañaba el factor sorpresa. Sobre eso puedo decir, con tristeza, que no he cambiado tanto.
La Karol adolescente valoró las fiestas de cumpleaños, las cuales tampoco obtuvo, por la misma razón que le llevó a la niña a no tener muchos regalos. Que decir? Algunas características se hacen más fuertes con el pasar de los años...
Pero mi YO de 25 años se preguntó la noche pasada que me haría verdaderamente feliz en esa fecha. Y no fue difícil saber la respuesta. Con los ojos cerrados, deseé  una  Tabla Redonda,  como la del  gran rey Arturo (ficticio o NO), donde  se pudieran sentar todos mis amigos más queridos,  a un mismo nivel, en igualdad, en un mismo espacio, al mismo tiempo… Los que viven lejos, los que ya no están, los que  por inúmeras razones no se pueden acercar. Los amigos antiguos, solidificados con lágrimas y sonrisas, llegadas y despedidas. Y también los nuevos, tan importantes en las diferentes caminatas. Los que fueron apareciendo en el camino, hace mucho, o hace poco y dejaron que sus huellas se imprimieran en mi alma de forma gradual o instantánea. Esas personas que traen consuelo y alegría a la vida todos los días.
Aún con los ojos cerrados me sorprendió la cantidad de rostros amigos que  veía a mí alrededor en esa mesa, mi Tabla Redonda personal, y eso me llenó de gozo.


A los 25, me doy cuenta de que el tiempo no para y, aún así, paso por el corriendo, y más a menudo de lo que me hubiese gustado hacerlo alguna vez. Los contactos se van haciendo más virtuales, las fotografías más escasas, los encuentros más raros. Las atenciones se dispersan y no es raro que uno esté entre muchos y, mientras tanto, se sienta completamente solo.
A cada día se hace más nítido que hasta los avances tecnológicos confabulan para que nos desconectemos unos de los otros. Y, estando lado a lado, muchas veces, llegamos a extrañarnos.
En día de mi cumpleaños deseé tenerlos cerca a mí a los que amo, y aunque físicamente eso se me haga imposible en algunos casos, deseo extenderles mi atención con la mejor voluntad, y hacer el esfuerzo de ser una amiga más presente, esperando que nuestros vínculos se hagan más y más fuertes y que en cualquier momento de la vida, pase lo que pase, podamos sentir que aunque la multitud se aplaste en soledad, tenemos la seguridad de que, unidos por vínculos de sincero amor, aunque estemos lejos, no estamos solos.
Y si no es posible tener aquí en la Tierra esa mesa tan peculiar, espero tenerla un día en el cielo, y deseo con todo mi corazón poder ver, cara a cara, a todos esos rostros que vislumbré en mis pensamientos y tambien a los que aún vendrán en el paso de la vida, sonriendo, en harmonía con nuestro Amigo mayor, el Señor Jesus.

Feliz cumple para mi! :D  

                                                                          Le petite table

                                                           Algunos de mis queridos

Karol.

Ps. “ no restará ni memoria de aquello que el tiempo grava!”, por ende: CARPE DIEM, queridos.

Sunday, September 4, 2011

El orden de las cosas altera la vida


Me quito los zapatos para caminar cuando llueve, dijo él, a propósito de la tormenta que se abatió sobre la ciudad. Ella lo escuchó en silencio. Le pareció poético y resonó en su interior como lo haría la Valse Sentimentale de Tchaycovsky en una habitación oscura donde, sentado en un rincón húmedo, estuviera un romántico abandonado.

Y pensando en lo que él dijo ella metaforizó sus propios sueños:

Quitarse los zapatos para sentir la tierra mojada, liberando los dedos de las convenciones, de la oscuridad de las obligaciones, del aprieto que es la necesidad de llevar a cabo la función: Pie vestido es hombre serio. Pie descalzo es niño, es la falta de función.
Se quita los zapatos, pensaba aún , para oxigenar las uñas, mojar la piel, sentir que la tierra se enfría bajo sus pies, pisar una piedra y sonreír con el dolor que el zapato cerrado le impediría sentir, un dolor divertido que sólo recordaba sentir cuando era un niño y caminaba por ahí libre, sin zapatos, documentos o tornillos...
O quizás se sacara los zapatos de los pies para ver el agua dulce, de la lluvia buena, corriendo sobre y entre sus dedos. Para dejar la responsabilidad de ser hombre colgando por un rato de sus manos,  descansando tan tranquilamente en el balance de sus pasos, que si alguien pudiera ver más allá de sus propios ojos, de cerca o de lejos, solo vería alegría balanceándose en un zapato, sin jamás sospechar de la responsabilidad “desobligada” que realmente
estaba allí. Con sus pies desnudos, soñaba ella, él asumiria el suspiro del niño que existía, silente, en su interior, desde mucho tiempo.
Luego esbozó una sonrisa, porque su corazón se alegró de la zapatilla colgando, lejos del pie, cerca de la infancia. Y continuó bosquejando, en la imaginación, los devaneos que lo engrandecían ante sus ojos. Fue cuando él la interrumpió, estirando sus palabras como una cuerda para sacarla de las nubes, donde se había sentado con sus  fantasías coloridas, para explicar: "Es obvio, no soy idiota, me quito los zapatos para no dañar el cuero. "
La explicación de él implosionó la sonrisa de ella en sus orígenes más sinceras y la obligó a la más profunda indiferencia. "Algunas explicaciones son peores que ofensas".
Fue entonces que comprendió que cuando las primeras gotas de lluvia precipitan sobre la tierra, algunas personas, rápidamente, se sacan los zapatos de los pies, pensando en los zapatos mismos y en todo lo que implican. Mientras que otras, aún más rápidamente, sacan los pies de los zapatos, porque creen que los pies todavía valen más...

Pero él nunca lo entendería, aunque ella quisiera explicarle y, sabiendo eso, siguió en silencio, pero ya no sonreía…!

Karol.

Saturday, September 3, 2011

Então é assim...!

Não escrevo há alguns dias.
E a razão disso já nao é que não saiba onde as palavras estão, como algumas semanas atrás.
Agora eu as vejo tremeluzindo a curta distancia da minha mente, mas não quero estirar a vontade para alcancá-las nem uns quantos centímetros.
Não quero eternizar, em desenhos verbais, o que está por dentro de mim.
Quando o ano começou, no meio do nada, encostada no Índico, nunca poderia imaginar as complicações das quais eu seria protagonista, conforme decorressem os dias.
Agora, sobre o Atlântico, me afogo em incompreensões. 
Há uma larga lista das coisas que não sou, dos lugares onde não estou e para onde não vou.
Há apenas uma pessoa com quem me dói não estar.
Há muitos dons que amargo não possuir.
Se fosse poeta cantaria meus lamentos. Não o sou.
Se fora escritora eternizaria minhas frustracões em lindas crônicas. Não o sou.
Não sou médica, ainda, e inúmeras vezes duvido de se o quero ser realmente, pesem as determinacões do destino.
Não sou romântica, nem isso.
Venho de exercer um cristianismo fajuto, inexpressivo.
Recordo, frequentemente, um passado que nunca se repetirá.
Em suma: tenho 24 anos, muitas entrelinhas,demasiadas folhas em branco e pouca vontade(ou seria coragem?) de preenchê-las.
Tenho quase 25 anos, na verdade, e sinto que o drama da minha vida não passa de um folhetim vagabundo, desses que o meu avô comprava em bancas de revista.
A única diferença é que os que ele lia eram puramente policiais e esbanjavam adrenalina. E no livro desagradável que eu protagonizo, o único sentimento transbordante é a frustração...!
E, sejamos sinceros, quem pagaria para ler semelhantes linhas?
Eu, honestamente...Não!

Karol.